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He tenido la suerte de hacer alguna que otra aventura en distintos lugares del mundo y varias más por mi tierra. Pero realmente esta fue LA AVENTURA. Cuando leía comentarios al respecto antes de ir, pensaba que no podía ser para tanto, pero la verdad es que es como estar en otro mundo, en otro lugar. La idea de estar en una expedición de varios días solamente sobre un manto blanco, caminando, viviendo, durmiendo, comiendo y respirando nieve es realmente UNA AVENTURA. El solo hecho de llegar a Alaska, ver la tranquilidad con la que la gente del lugar vive, sin que casi nada les ponga nerviosos, de allí trasladarse hacia el centro de Alaska donde se encuentra el Parque Nacional Denali, poder ver kilómetros y kilómetros de verde, de bosque que nos oxigenan. Estar unos días en la preparación previa a la excursión en Talkeetna, un pueblo mágico sin duda, desde donde hay que volar en una avioneta hacia el interior de estos glaciares eternos y hacer el check in para ingresar al Parque. Volar en esas avionetas, construidas para la II guerra mundial y directamente aterrizar en una pista marcada con unos cuantos trineos de colores sobre la nieve, eso es AVENTURA. De ahí empezar a caminar por los grandes glaciares, teniendo sólo un par de cañas marcando el camino de vez en cuando, sin ningún sendero por el cual transitar y llegar a lo que serían los campamentos cuando se ven unas pocas carpas reunidas, teniendo como pircas bloques de hielo hechos por los mismos expedicionarios en forma de ladrillos para crear una pared para no ser fuertemente azotados por los vientos. A lo largo del camino por estos inolvidables glaciares, se puede observar el intenso azul del cielo que contrasta con la blancura de la nieve