Dicen que uno sólo puede amar lo que conoce, o que es más fácil enamorarse de lugares que uno al menos ya ha visto u oído de otros relatos o imágenes.
Y así nos podría pasar con los bosques de Alaska, las laderas verdes de las montañas suizas, los pinares interminables del sur argentino en Bariloche y tantos otros sitios famosos del planeta que no necesitan presentación para saber de su irresistible belleza.
Pero nadie nos había alertado en serio sobre los paisajes que nos encontraríamos aquella mañana del 24 de julio pasado, allá lejos en el sur de la Federación Rusa, cuando luego de escalar el Elbrus emprendimos una relajada y motivadora caminata entre bosques y valles increíbles en busca de un lugar para acampar que terminó siendo inolvidable para todos.
Tuvimos todos los ingredientes, cuentos de terror al anochecer, unas cabras salvajes que nos sorprendieron para sacarles mil fotos al ver la facilidad con que trepaban paredes ¡casi verticales! También tuvimos la compañía cercana de un campamento de militares rusos entrenando técnicas de escalada en roca ahí mismo donde las cabras se floreaban trepando sin arneses, mosquetones, cuerdas ni nada que se le parezca. Imagino que fue un tanto incómodo para los soldados escalar con cabras que les pasaban cerca sin más herramientas que sus propias pezuñas. Casi parecía que las cabras les alardeaban en la cara.
La frutilla del postre en el último día fue una vista panorámica desde las inmediaciones del campamento. Vimos por última vez al Elbrus antes de regresar a nuestras casas, desde otra perspectiva que no habíamos tenido. Y esa imagen amplia y generosa fue como decirle adiós al gigante europeo con el mejor de los recuerdos, su silueta blanca grabada para siempre en nuestras retinas y memorias.
¡Adiós Rusia de los valles, bosques y cumbres! Espero reencontrarte algún día nuevamente.
Gonzalo Sayavedra
Del Equipo de ANTIS Outdoor
Comments